sábado, 15 de diciembre de 2007

BEEVOR. Rencor sobrevenido y guerra civil-

LA CULTURA

EL PAÍS, miércoles 21 de septiembre de 2005


Antony Beevor / Historiador



La obra de Antony Beevor ha roto las barreras que condenan a muchos textos históricos a la marginalidad académica y ha llegado al gran público con libros rigurosos sobre episodios decisivos del siglo XX, como la batalla de Stalingrado 0 la caída de Berlín. Ahora ha aplicado su finura analítica y su capacidad narrativa a la Guerra Civil española, para volver a contar el trágico conflicto incorporando la información desconocida de archivos abiertos en los últimos años.



JOSÉ ANDRÉS ROJO, Madrid

Antony Beevor (Londres. 19461 publicó la primera versión de su libro La Guerra C'ivil española, que no se tradujo en España, en 1942. Lo ha reescrito, modificán­dolo profundamente, y acaba de aparecer en Crítica. "Se han abierto muchos archivos desde entonces -los soviéticos, los ale­manes, incluso muchos españoles-que han enriquecido mucho la información que se tie­ne sobre el conflicto—, comenta este historiador británico, que, con una gran capacidad narrati­va, ha sabido combinar el análi­sis de las grandes cuestiones de la historia con las experiencias de los que la padecieron. Lo hizo en Stalingrado: Berlín. La caída. 1945: La batalla de Creta; París después de la liberación: 1944-1949 y El misterio de Olga Chejora (todos en Critica).

"Es muy diflcil para las gene­raciones actuales, con un sentido de la vida tan individualista, en­tender la realidad de aquellos hombres y mujeres que se vieron envueltos en una situación que les exigió tomar partido, y que no pudieron evitar un destino que les impusieron fuerzas que no controlaban", explica Beevor, antiguo oficial del ejército regu­lar británico, refiriéndose a la Guerra Civil que llenó España de cadáveres entre 1936 y 1939.

Pregunta . ¿Cómo era el mun­do cuando estalló la guerra?

Respuesta . Era un momento de ideologías muy polarizadas y de una gran actividad propagan­dística. El centro era muy vulne­rable y resultaba imposible esta­blecer un compromiso entre las fuerzas extremas. En ese contex­to, tanto la izquierda como la de­recha se embarcaron en la tarea de deshumanizar al enemigo a través de intensos mensajes que desacreditaban al rival. De un la­do, el triunfo de la revolución bol­chevique; de otro, el ascenso del nazismo y del fascismo. Y ese afán de desencadenar el odio pa­ra movilizar a los adeptos de ca­da uno de los bandos.

P En ese contexto llega la Re­pública a España. ¿Qué márge­nes de maniobra tenían sus diri­gentes?

R. Muy limitado. La Repúbli­ca triunfó en España en un mo­mento extremadamente delica­do. Acababa de producirse la gran crisis económica de 19?9 y crecía día a día el número de desempleados. El nuevo régi­men no podía, por tanto, satisfa­cer las aspiraciones de la gente que lo había apoyado. Se produ­jo, además, una trágica parado­ja: los liberales de centro-iz­quierda que gobernaban no te­nían otra alternativa, ante una derecha tremendamente inmovi­lista, que apoyarse en los movi­mientos de extrema izquierda. Pero. aunque quisieran, no po­dían satisfacer sus demandas. Además, las reformas que la Re­pública pretendió llevar a cabo en unos cuantos años se habían llevado a cabo en otros países a lo largo de periodos de tiempo mucho más dilatados.

P ¿Qué ocurrió entonces para que la rebelión de los militares no se impusiera sin problemas?

R. Los generales rebeldes eran muy arrogantes y daban por sentado que se impondrían sin problemas, y no supieron planifi­car bien el golpe. Contaban que Barcelona caería sin problemas y, desde allí, si las cosas no ha­bian salido bien en Madrid, el avance se podía producir sin mu­chos contratiempos. No conta­ban con la movilización de las organizaciones sindicales y con su capacidad de resistencia.

P ¿A qué se debió que el ro­tundo peso de los socialistas den­tro del bando republicano, ya fue­ra a través de la UGT o del pro­pio partido, se desvaneciera en cuanto se inició el conflicto?

R. En una guerra se impone siempre la facción que se mantie­ne unida y que defiende una posi­ción firme. Lo que ocurrió con los socialistas fue que estaban di­vididos entre una facción de iz­quierda y otra de centro, y los debilitaron las rencillas internas.

P La división, sin embargo, no fue cosa exclusiva de los so­cialistas...

R. Dentro de la República convivían posturas, ideas y obje­tivos muy diferentes. En el ban­do nacional, todos eran conser­vadores, todos eran centralistas, todos eran autoritarios. Entre los otros, en cambio, había cen­tralistas y autonomistas, partida­rios de un Estado fuerte y• parti­darios de que no hubiera Esta­do, había moderados y extremis­tas... Convivían posturas distin­tas que tenían ideas diferentes de la guerra.

P ¿Cómo pudo crearse enton­ces un ejército que fuera eficaz frente al enemigo?

R. Ésa fue una de las contra­dicciones que se dio en el seno de la República. Había que crear un ejército, pero los anarquistas, que eran una de las fuerzas más entregadas a la hora de combatir contra el fascismo, no querían sa­ber nada de una organización mi­litar. El éxito inicial de las mili­cias, que detuvieron la rebelión en diferentes lugares, produjo un grave equívoco. Muchos conside­raron que la organización milicia­na era el ideal al que se tenía que aspirar, y no entendieron que ha­bía sido eficaz sólo en un contex­to y unas condiciones muy especí­ficas. En el caos inicial y cuando el Gobierno había sido superado por las circunstancias.

P Las suspicacias de los anar­quistas hacia los comunistas, y viceversa, no se disiparon a lo largo de todo el conflicto...

R. Eran dos facciones que se odiaban y que tenían formas muy distintas de ver la guerra, pero que compartían un enemigo común. Pero los anarquistas siempre sospechaban de los co­munistas cuando maniobraban para tener más poder en la cúpu­la militar. Fueron los comunistas los grandes defensores de la nece­sidad de un ejército y los que in­fluyeron más en la elaboración de y las estrategias de la Repúbli­ca, ya fuera por la presencia del armamento soviético, va fuera por el peso de los asesores milita­res rusos. Y lo que querían era un ejército convencional en un Estado convencional.

P ¿Y eso qué significados tuvo en el desarrollo de la contienda?

R. Las operaciones militares en el conflicto español fueron una mezcla de las que hubo du­rante la Gran Guerra y las que tendrían lugar durante la Segun­da Guerra Mundial. En el caso republicano, a finales de octubre se se ensayó en Seseña un nuevo tipo de maniobra con I os tanques so­viéticos recién llega­dos. Se agruparon co­mo punta de lanza pa­ra romper las defensas enemigas, y la infante­ría debía llegar inme­diatamente después pa­ra rematar la faena. Pe­ro las tropas de Líster se retrasaron y el ata­que resultó fallido. Frente a esa maniobra, basada en la movili­dad, se impuso al final un modelo más próxi­mo al anterior conflic­to. Grandes unidades, dispersión de los tan­ques a lo largo de un amplio frente, avances en campo abierto sin accidentes geográficos que sirvieran de protec­ción. Y fue ahí donde los republicanos eran más frágiles, por la su­perioridad aérea y arti­llera de los nacionales.

P: ¿Fue entonces ese modelo el que resultó ineficaz?

R. Desde la ofensi­va que los republica­nos realizaron en La Granja a finales de ma­yo de 19?? pudieron saber que, gracias al petróleo que recibían de los estadouniden­ses, las tropas franquis­tas se podían despla­zar sin mucha compli­cación de un lado a otro, y pudieron com­probar, también, lo le­tales que resultaban su aviación y su artillería. Pero los mandos repu­blicanos, educados en la escuela francesa que procedía de la Gran Guerra, y los asesores soviéticos seguían con­vencidos de la eficacia de un modelo de gran-des unidades que realizan ambi­ciosas ofensivas. Creían que, pa­ra ganar la guerra, hacía falta realizar ofensivas. Sin embargo, eran más eficaces cuando se de­fendían o cuando se enfrentaban en terrenos más protegidos, no en campo abierto.

P ¿Cómo pudo entonces durar tanto la guerra?

R. Por el empecinamiento de los franquistas en no terminar el conflicto cuando pudieron hacer­lo, y por la bravura y heroísmo de los soldados republicanos.

P ¿Fue distinto en ambos ban­dos el afán de derrotar al enemigo? R. En una guerra civil, la labor de la propaganda y el odio que desencadena es brutal. Luego es­tá el miedo. El odio es el combus­tible y el miedo, el detonador. De pronto, aquellos que parecían pa­cíficos se baten llenos de ira. En los primeros meses de la guerra, ambos bandos actuaron con crueldad matando a miles de ino­centes. Los republicanos intenta­ron poner orden en sus filas y evitar la barbarie. Los militares rebeldes, en cambio, alentaron el horror. Fueron inmisericordes, y la guerra la ganaron los que no tuvieron piedad.

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